Después de dar un paso al frente con la publicación de la desgarradora “Los Años Malos” hace casi 4 años, El Faro exploran nuevos territorios sonoros junto a Lisandro (Dorian) y Sergio (Zoé) para hacer convivir su esencia indie con un particular sonido de banda, utilizando arreglos orgánicos de pop como base y aderezado con reminiscencias a otros géneros recogidos por el camino.
A lo largo de los cuatro cortes, El Faro relata un viaje personal que parte de la obsesión colectiva de “sacar algo bueno” de todo (“Algo bueno”), pasando por el terror a la tristeza (“Sal de mi casa”), hasta llegar al momento de claudicar (“El rugir azul”) y finalmente aceptar dicha tristeza en un abrazo poético (“Querida tristeza”). Un trayecto que termina en un nuevo e imperfecto lugar que la banda define como “Una Paz Extraña”, título final del EP.
“Una Paz Extraña” oscila entre momentos de catarsis y otros de rendición, atravesando paisajes pintados con guitarras,sintetizadores, baterías orgánicas e impenetrables muros vocales que se unen para narrar toda una suerte de arcos de personaje inconclusos, finales ambiguos y luchas que nunca llegan a convertirse en lecciones.
Y es que a estas alturas El Faro merece cada una de sus influencias: de los fraseos a corazón abierto de Bon Iver o la habilidad melódica de Destroyer a la inteligencia emocional de Astrud, pasando por la capacidad para abrir matrioskas de estribillos de Pulp y –cómo no- Dorian. Se trata, por tanto, de retorcer el pop desde sus entrañas y luego fabricar hits incontestables. “Una Paz Extraña” son cuatro bálsamos musicales llenos de recovecos que visitar como espectador o en los que hospedarse y hacer propios. Una reflexión en voz alta sobre el papel que juega “lo triste” en nuestras vidas, recitada a lo largo de un recorrido construido accidentalmente por la soledad, el enfado, las contradicciones, el éxtasis y lo que nos rodea. Una reivindicación de la intensidad a la que sumarse con el corazón en un puño, y una mano tendida a todas las personas que alguna vez se han sentido culpables por estar destrozadas.