Musicalmente la canción flirtea entre una íntima introspección y un vigoroso crescendo, apoyada en la impecable articulación de una guitarra española, ejecutada con gran gusto por Enrique Franci. Por su parte, Sol se luce en la entrega, plasmando un performance lleno de empatía, interpretando la historia que nos cuenta con verosimilitud y franqueza. Su voz va de la tímida duda al desenfrenado optimismo, dando a cada nota la emoción precisa y el tratamiento justo. Y es que según Sol, lo que más la inspira es generar sensaciones entre quienes escuchan su música, y agrega al respecto:
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